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UN CADETE EJEMPLAR. De la biografía de Miguel Oswaldo Moreno Valverde.

  • Foto del escritor: General Oswaldo Moreno
    General Oswaldo Moreno
  • 5 jun 2018
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 26 jul 2018

Por: Jenner Baquero / Quito, 05 de junio de 2018 / 09:22


Cadete Miguel Oswaldo Moreno Valverde, como parte del Pelotón Comando. Tocaba el tenor.

Desde un balcón del Comando del Ejército de Ecuador, sobre los nueve pisos de un edificio de construcción moderna que rompe la arquitectura colonial, mi contertulio miraba con tristeza todos los días antes de iniciar su jornada de trabajo, la pobre casucha cuarteada y de teja antigua que galanteó sus juegos de niño hace más de cincuenta años y que desde los cuatro, encrespó sus ansias desenfrenadas por ser militar.


Contrastando con la alta función que desempeñaba en ese momento como Director de Desarrollo Institucional del Ejército (2011-2012), le pediré a Miguel Moreno –hoy General en servicio pasivo- que me cuente la retrospección de su vida desde muy temprana edad que inicia al otro lado del Complejo Ministerial junto a la tradicional calle “Portilla” donde vivió su niñez junto a sus padres.


El niño de algo más de cuatro años de edad es de tez trigueña, pequeño, de ojos vivaces, de abultado pelo negro, de sonrisa picaresca y que haciendo el esfuerzo propio de su corta edad, lograba treparse sobre los muros, que hasta hoy separan: la vieja calle del gran Complejo Ministerial, para contemplar, saboreando el helado de cono que le vendía el señor Canuto, a los paracaidistas que saltaban en los grandes potreros de las haciendas del sector de la Magdalena, desde aquellos legendarios aviones C-47 y que ahora se pueden visitar en los museos militares.

Había nacido a inicios de la década del 60, en el viejo Hospital Militar de San Juan, hoy, convertido en un reluciente Centro de Arte Contemporáneo. Su papá: un sencillo hombre agricultor del sector de la Campiña de Ibarra, habría ingresado a la conscripción y luego de tener la gracia de enrolarse en las filas del Ejército, se distingue por ser un excelente instructor de los Cursos de Comando, Paracaidismo y Jefes de Salto de destacados militares que fundaron el Destacamento Escuela de Fuerzas Especiales Nro. 9 “Patria” -DEFE- ubicado en ese entonces, en el popular barrio de la Villaflora. Decide a su pesar, retirarse de la vida militar con el grado de Sargento Primero y emprende con cuatro socios accionistas, un proyecto empresarial en la Compañía "VICOSA" Cía. Ltda., iniciando de esta manera su vida de empresario que duró cerca de cincuenta años hasta que le llegó la hora de unirse con el creador.


CON SU PADRINO DE PRIMERA COMUNIÓN, EL SR. CORONEL ALEJANDRO ROMO ESCOBAR, PIONERO DEL PARACAIDISMO ECUATORIANO Y GRAN AMIGO DE SU PADRE.

Papá "Alfredito”, como cariñosamente lo llamaba Miguel a su idolatrado padre, es quién le financia todos sus estudios militares y universitarios, convirtiéndose en el pilar fundamental de sus aspiraciones y logros militares.

Su mamá: dedicada a los quehaceres domésticos, realizó un Curso de Maestra en belleza y fue, junto a su padre, el sustento de un hogar de clase media que Miguel compartió con sus tres hermanas: Diana, Estelita y Yolanda.

Cuando niño, Miguel, padece una complicación en su salud que requería en forma urgente de alimentación por vía intravenosa. El rápido resquebrajamiento de sus signos vitales, obliga a los galenos a abrir sendas heridas en sus antebrazos y tobillos para buscar sus escondidas venas para salvar la vida del pequeño infante que se resistía a morir. Muestra de ello, Miguel, me señala las largas cicatrices en su espigado cuerpo que aún no se han borrado y que han marcaron toda su vida.


Así mismo, me recuerda que sin tener dislexia, Miguel sufría de un trastorno al hablar por problemas en su frenillo, llamada por la ciencia ‘anquiloglosía’. Su tratamiento quirúrgico fue traumático porque la separación de aquel frenillo corto, se lo hizo sin anestesia. Cómo olvidar entonces las arqueadas paredes del viejo hospital que retratan y casi separan la vida de la muerte de este sufrido 'guagua'.


De la Escuela Municipal “Sucre” fue uno de los mejores alumnos de la primaria, obteniendo calificaciones sobresalientes en aprovechamiento y conducta, requisitos que le permitieron ingresar sin problemas al Colegio Militar “Eloy Alfaro”, cuando tenía recién 12 años de edad.

La Profesora Gladys Toscano, entregando su premio al joven Miguel Moreno

Su madre siempre le daba haciendo sus discursos. Atrás, la Sra. Gladys Valverde, mamá de Migue.
DISCURSO CUANDO MIGUEL TENÍA 10 AÑOS DE EDAD, BAJO LA ATENTA MIRADA DE SU MADRE, LA SRA. GLADYS VALVERDE, QUIÉN FUE SU LUZ E INSPIRACIÓN.

- Así empieza la vida de Miguel, más luego convertido en un cadete ejemplar -

Luego de cambiarse sucesivamente de casa, el tradicional barrio de ‘La Loma Grande’ acoge a la familia Moreno Valverde con su primera casa no rentada. Ya con auto nuevo, un Datsun Station Wagon del año 73, la familia unida se movilizaba por los recovecos de la vasta geografía andina y todas las mañanas, “Alfredito” –su padre- le dejaba al inquieto adolescente en la puerta del afamado Colegio de los militares.



Siendo un joven no del todo normal, inicia su progresivo desarrollo bajo la lupa incesante y cuidadosa de su querido padre. La Gimnasia de aparatos se convierte en su obsesión hasta llegar a campeonar con un grupo de excelentes acróbatas con la dirección de los profesores: Jorge Campos y Ramiro Chávez. Ese Campeonato Intercolegial de Gimnasia Olímpica fue sin duda uno de sus recordados logros porque ganaron a los muy buenos gimnastas del Colegio Nacional “Mejía” que se resistían en creen el logro alcanzado por los “milicos” - como les decían -.


EQUIPO DE APARATOS DEL COLEGIO MILITAR "ELOY ALFARO", CAMPEÓN INTERCOLEGIAL DE GIMNASIA OLÍMPICA.




Ya de adolescente, hacía sus prácticas de saltos ornamentales en la piscina de Chimbacalle, cuando las frías aguas de la piscina del Colegio Militar debían cambiarse por su agendado mantenimiento. Allí, donde los cadetes acrobáticos practicaban la dificultad de la gimnasia en el aire, Miguel ejecutó un doble mortal y medio perdiendo la noción espacial en el segundo giro. Abre su cuerpo antes de hora y sufre un impacto violento que hace chocar su cara contra el agua oscura de la piscina. Ya en el fondo, siente que algo malo le había pasado, cuando al salir a flote no puede abrir sus ojos y al tanteo logra llegar a la orilla con su sangrante nariz de por medio. Ese fuerte golpe en la cara le dejó parcialmente ciego, cambiando desde ahí, sus anheladas aspiraciones.


¡Miguel, llora desconsoladamente y no cuenta a nadie su desdichada desventura…!!!

En el año de 1979, su padre, le ofrece viajar a Toronto-Canadá, siempre y cuando se gradúe con honores como bachiller. Manteniendo el secreto de su desgracia, logró graduarse con la primera antigüedad de su promoción obteniendo su excelente titulación de 10/10 luego de exponer en forma brillante su tesis sobre: “La foto-química de las plantas”. El Sr. General Guillermo Durán Arcentales, Jefe y miembro de la última Junta Militar que gobernó Ecuador, como premio al mejor graduado de la clase, le entregaría un paquete de sendos libros que los leería con tesón: Alejandro Magno del autor Mary Renault; la vida de los 12 césares romanos, escrita por Suetonio; y, la vida de Napoleón contada por él mismo, de André Malraux. Estos libros se convertirían en sus lecturas de cabecera que más tarde los llegaría a investigar con detenimiento cuando fuera profesor de las Academias e Institutos militares.


EN SU DEFENSA DE TESIS: LA FITO-QUÍMICA DE LAS PLANTAS. JURADO CALIFICADOR: SR. CORONEL VILLACÍS; DR. DE LA TORRE PROFESOR DE QUÍMICA; Y, LCDO. ARICO, PROFESOR Y ENCARGADO DEL LABORATORIO DE QUÍMICA.

El Sr. Grab. Guillermo Durán Arcentales, entregando el premio al mejor cadete bachiller de la promoción. Observan: Sr. Grad. Medardo Salazar Navas, Sr. Coronel Oswaldo Vaca Lara y Profesor Jaramillo, profesor de Historia Universal, un verdadero maestro.


Año 1979, en Toronto - Canadá, acompañando a sus padres como premio a su rendimiento como mejor bachiller.

Pero claro… estaba casi ciego y se acercaba el día de presentarse a los rigurosos exámenes médicos previos a su ingreso a la Escuela Superior Militar. Miguel, no podía leer las pequeñas letras que se mostraban en la tabla optométrica que mide la agudeza visual. Decide entonces, aprenderse de memoria el desordenado alfabeto alfanumérico que en simples once filas se presentaban desafiantes ante el desesperado cadete bachiller recién graduado.


Miguel, comienza a desarrollar el tipo de memoria gráfica que le da excelentes resultados. La gran ventaja que tenían sus compañeros en las aulas, lo compensaba con más horas de estudio nocturno y con la armada de tremendos “jeroglíficos” que solo él entendía y que al final fueron la solución parcial a su problema visual que ni a su padre le contaría para no preocuparle ni causarle molestia alguna.

Siendo aceptado como cadete en la Escuela Superior Militar “Eloy Alfaro”, que todavía funcionaba en la Avenida Orellana de Quito antes de trasladarse a la zona norte de Parcayacu, comenzó a destacarse como buen estudiante, buen deportista y con un excelente espíritu militar que sus instructores lo llegarían a destacar de entre sus compañeros a pesar de que su miopía y astigmatismo había aumentado por falta de control y por no usar lentes ya que para ese entonces era un tabú entre los militares.


El soberbio cadete, no llegaba a entender el por qué le sucedían tantas desgracias juntas que le estaban impidiendo continuar con su aspiración de ser oficial del ejército ecuatoriano. Sin duda, a Miguel, le tocó sufrir más de lo normal para poder sortear las adversidades que se le iban presentando.

En el año de 1980, siendo Director del Colegio y Escuela Superior Militar “Eloy Alfaro” el Sr. General de Brigada Julio De la Torre, y siendo Subdirector del mismo el Sr. Teniente Coronel José Gallardo Román, aconteció un hecho anecdótico que lo recuerda con mucha nostalgia y a la vez con alegría, nuestro estimado invitado. En las competencias intercompañías que se celebraban cada año, los instructores crearon el concurso de buceo por relevos. Para entonces, Miguel, era Brigadier Mayor, y al no presentarse la pareja de su compañero Julio Pozo –el experto buceador- decide participar con la finalidad de que el Curso Militar no perdiera la anunciada prueba. Ya en la piscina, para entonces ya temperada y cubierta, el excesivo esfuerzo realizado por el participante y aguerrido Brigadier Mayor, le dejó inconsciente en el fondo de la piscina ante el estupor de los asistentes que llenaban los graderíos. Fue entonces que sus instructores, lo sacaron a flote con principios de embolia cerebral, producto de la formación de un coágulo que por poco le produce una parálisis y trastornos al hablar. En la enfermería, los médicos le llegan a controlar y le cuentan que su esfuerzo valió la pena ya que junto a su coequipero habían ganado la medalla de oro en la prueba en la que casi pierde su vida y sus emociones.




Otro hito que marcó su vida, me cuenta Miguel, es la trágica partida de su amigo Rómulo Castro, cuando en una mañana de instrucción, su compañero voló en pedazos muy cerca suyo, cuando explotó una mina antipersonal chilena. Un hongo de humo gris, se formó por la inesperada explosión -me cuenta- y sus costillas en pedazos se esparcieron y se incrustaron en el cuerpo de los cadetes que asistían a las clases de explosivos en las instalaciones del Batallón de Infantería Nro. 02, en la Provincia de El Oro. Su nombre quedaría perennizado en su promoción de cadetes y luego de oficiales. Una experiencia muy triste que recuerda al amigo y entrañable compañero de sonrisas y contentos.



Comienza a sentir la envidia y egoísmo de sus propios compañeros, cuando no llegaron a entender el fruto de su propio esfuerzo, más aún cuando los instructores le nombran como Brigadier Mayor de todas las Compañías de cadetes, completando así los requisitos que muy pocos oficiales ostentan en su hoja de vida militar: Primera antigüedad de Bachiller; Brigadier Mayor reelecto, ya que es tradición que se cambie a mitad de año al Cuerpo de Brigadieres; primera antigüedad de la Promoción 78 de arma en su graduación como Subteniente; primera antigüedad del arma de Artillería; primera antigüedad en aprovechamiento en estudios; primera antigüedad en servicio práctico; primera antigüedad en espíritu militar y primera antigüedad en conducta. Tres décadas más tarde, ascendería al grado de General de Brigada con la primera antigüedad de su promoción, siendo cuestionado por sus propios compañeros menos antiguos, quienes le llegarían a calificar en su ascenso por esas cosas que tan sólo los mandos militares lo llegarían a entender y explicar.



El ejemplar cadete, recién graduado de Subteniente, llegaría a obtener sendos reconocimientos de los gobiernos del Ecuador, Argentina, Brasil, Bolivia Y Venezuela, como producto a su esfuerzo personal y familiar.

Sus peripecias para lograr ubicarse entre los mejores de su clase en otros tantos cursos militares de promoción y ascenso, a pesar de tener agudos problemas visuales, será otra historia que él mismo lo contará en su libro: Hacia el cónclave de los 'sofistas' que en forma paulatina lo está difundiendo en su blog:

www.osmov91.wixsite.com/misitio


Miguel Oswaldo Moreno Valverde, fue sin duda… UN CADETE EJEMPLAR

 
 
 

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© 2018  Publicaciones escritas por: Oswaldo Moreno

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