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ABORDO EN EL "GUAYAS". Un velero de instrucción es más que un viaje de placer …

Actualizado: 26 jul 2018



La travesía al vértice norte de las islas polinesias me hizo comprender que la vida en un velero de instrucción es más que un viaje de placer …


Al relatar mis MEMORIAS en el libro autobiográfico: Hacia el Cónclave de los 'sofistas', describo algunas vivencias ocurridas durante los viajes de preparación militar en el exterior y sería ingrato no mencionar mi primera experiencia en alta mar, cuando fui invitado a participar de un Crucero abordo del Buque Escuela “Guayas” (en adelante BESGUA, el buque o el velero) que nos llevaría a las Islas de Hawái y a México.


Inolvidable, paradigmática, invalorable, suntuosa… serían los calificativos que le pondría a esta travesía que me permitió conocer de cerca la vida de los marinos ecuatorianos cuyos guardiamarinas de la promoción 37, surcaron el Océano Pacífico en su último año antes de recibirse como Alférez de Fragata[1]. Habían sido invitados los oficiales que obtuvieron las primeras antigüedades de sus respectivas promociones tanto de la Policía Nacional como de la Fuerza Aérea y del Ejército. Los Subtenientes Chávez, Grijalva, Chauvín y Moreno se aprestaban a embarcarse en el Crucero Internacional de Instrucción Nro. 3 que demandaba una travesía de 12.060 millas a fin de realizar dos visitas oficiales a los puertos de Pearl Harbor en el Archipiélago de Hawái y Acapulco en el Estado de Guerrero en la República mexicana. El uso permanente de una ‘piocha’ en sus uniformes (insignia) les reconocería a futuro como miembros de la cofradía de los dioses Eolo y Neptuno bajo el título de ´PILOTOS DEL MAR OCÉANO'.


De izquiera a derecha: Alférez mexicano; Subteniente Oswaldo Chávez de la Policía Nacional; Alférez mexicano; Sbte. Oswaldo Moreno, Ejército ecuatoriano; Alférez mexicano; Sbte. Chauvín FAE; Alférez mexicano; Sbte. Grijalva FAE.

El BESGUA (BE-21), es un barco a vela de tres palos (trinquete, mayor y mesana), construido en los astilleros Celaya S.A. en Bilbao-España, ordenado en el gobierno militar del señor General Guillermo Rodríguez Lara, expresidente de Ecuador, el 1 de marzo de 1974 y asignado a la Armada del Ecuador el 23 de julio de 1977. Es considerado el Embajador itinerante del Ecuador alrededor del mundo y acaba de cumplir 40 años de fructífera labor trasmitiendo nuestra cultura, costumbres y tradiciones. [2]


Para mis lectores que no se han embarcado alguna vez, déjenme decirles que no es tan cierto que los marinos cuando se lanzan a la mar se pasan viajando, gozando y de plácemes… la verdad es que son muy escasos los días en tierra firme ya que gran parte del tiempo se pasan embarcados cumpliendo con un estricto programa de instrucción que para los guardiamarinas se traduce en largas horas de investigación y estudio ya que de ello depende su futuro profesional. Me atrevo a decir que para muchos ‘cadetes’ esos viajes internacionales son un dolor de cabeza y llenos de preocupaciones y hastío porque deben batirse con las guardias nocturnas, el insomnio, los permanentes exámenes, el constante estudio y no siempre se conjuga todo a su favor. He conversado con más de uno y sus lánguidas caras me contestaban por si solas las preguntas de mis grandes preocupaciones en alta mar…


Era el oficial encargado de la Educación Física y todas las mañanas ejercitaba con los oficiales, tripulación y guardiamarinas las tablas de musculación que les permitía disipar un poco de las extenuantes maniobras que el viento, el mar, el crepúsculo o el ocaso obligaban a 'tesar velas' para mover de un lugar a otro el velero hasta encontrar el rumbo pactado.

Sr. Capitán de Navío Rubén Armendáriz, Comandante del BESGUA junto a la promoción 37 de guardiamarinas de la Escuela Superior Naval del Ecuador.

Ya me era familiar el lenguaje marinero: navegar de bolina, navegar de ceñida, ceñir, bolinear, barloventear, quilla, eslora, pañol, manga, puntal, calado, aparejo, proa, popa, través babor, través estribor… los palos: bauprés, trinquete, mayor y mesana… fueron parte de un léxico que ajeno a nosotros los militares, tenía la obligatoriedad de aprender. No dejaba de ‘colorearme’ cuando a voz de cuello el Comandante del buque gritaba a los que estaban en la ‘verga’[3] que tengan más cuidado en sus movimientos, o también solía mandarles al ‘carajo’[4] a los marinos que cometían alguna falta disciplinaria. El término ‘condón de obispo’ me causó cierta risa hasta que mi amigo el guardiamarina Carlos Rhor (Tambor Mayor de la Escuela Naval), me explicaba con extrema seriedad que se trata de un término náutico que refiere a la manga de lona en forma de cono agujereada por los dos extremos, que se utiliza para ver la dirección y fuerza del viento… -Comprendí la congoja y molestia de mi amigo por mi vana ironía y desde ahí prometí referirme a este tema con mucho profesionalismo, respeto y mesura-


Las costumbres de los ‘intrusos’ invitados cambiaba cada día ya que dependía del temporal para saber si nos tocaba ‘mareo’ o no. Mi amigo policía Oswaldo Chávez, pasó más de la mitad del crucero en su camarote o en la enfermería ya que no toleró tanto bamboleo del blanco barco. Y así pasaron 37 días, de aquí para allá… de tumbo en tumbo… hasta que al fin logramos divisar el perfil con algo de bruma de la Isla de Maui.


El poblado de Lahaina fue considerado como ‘puerto pintado’. Desde ahí se preparó al buque en tareas de pintado y se hicieron las últimas coordinaciones protocolares antes de ingresar a Pearl Harbor en la Isla de Oahu, que permita cumplir con decoro la misión encomendada. Una vez listo y embellecido el velero nos aproximamos lentamente a la Capital Honolulu.


El Buque Escuela Guayas en la isla de Oahu, Pearl Harbor. Al fondo el monumento USS Arizona Memorial.

Las maniobras de atraque no se hicieron esperar: la aproximación, la asignación de roles a la tripulación, la estrategia a seguir y su ejecución fueron las fases que con calma ordenó se cumpla el Capitán.

“Para tensar bien una amarra es mucho mejor pasar primero el firme por un extremo de la cornamusa y tirar entonces fuertemente del chicote”

-Me decía con solvencia el contramaestre[5] del barco, ante mi pregunta escabrosa durante el atraque-

“Si el buque va a pasar mucho tiempo en puerto es mejor amarrar con un as de guía ya que amarrar por seno daña las amarras a largo plazo por la fricción en el firme…”

–En los concursos de nudos y aparejos que nos enseñaron los ‘gringos’ en Panamá, algo aprendí y entendí el mensaje del viejo marinero-


Mantener la tranquilidad y sobre todo la calma en una navegación tan larga, se gana con la experiencia. Sin embargo, supe advertir en el Suboficial, cierta preocupación cuando una tormenta tropical sacudió la estructura del barco en alta mar a fines del mes de octubre del año 1981, haciéndole ver a esa larga estructura de 80 metros como una simple ‘cajetilla de tabacos’ que se mecía al vaivén de la vertiginosa oleada que con los fuertes vientos, azotaban la ahora frágil embarcación. Se llaman ‘borregos’ -me decía con cierta preocupación- a unas olas que se reventaban en su pico más alto y que se podían ver con mucha intensidad en un lugar que ellos lo identifican con el nombre del ‘cementerio de los huracanes’.


La llegada a la Isla fue fastuosa, unos intensos chorros de agua nos daban la bienvenida, llevaban embarcaciones pequeñas con las autoridades de la Capital Honolulu, a la vez que unas bellas mujeres lugareñas nos ponían sobre el cuello un collar de vivas flores denominado "lei" en la cultura hawaiana, simbolizando con eso la tradicional bienvenida que hacen a sus huéspedes de honor.


Palabras van… palabras vienen, hasta que al fin pisamos tierra firme. Nos pusimos el traje que la ocasión llamaba (4A) y al son del sinuoso baile ‘hula... hula’ iniciaba el intercambio cultural con los exiguos habitantes polinesios.


Por un lado se entregaban como recuerdos: la tradicional Virgen de Quito y los sombreros de paja toquilla como muestras de nuestro afecto y agradecimiento. Por el otro, éramos recibidos con cánticos y con su canción emblemática “Aloha Oe” que al unísono nos ofrecían acompañando eso sí con los exuberantes platos de frutas tropicales que embellecieron la tal ceremonia.


https://www.youtube.com/watch?v=TGD3SMVQYgs


Tipo 11h00, nos esperaban las autoridades navales del Puerto de Pearl Harbor en el museo del USS Arizona Memorial. Recién aparecían los teatros casi inclinados para -según ellos- poder divisar en 3D un documental sobre el ataque japonés del 7 de diciembre de 1941, cuando la tragedia pegó fuerte sobre varios acorazados, destructores y cruceros que fueron hundidos en tan execrable ataque sorpresivo del Japón. A escasos metros de nosotros, se encontraban fondeados los restos del USS Arizona (BB-39) que años después fuera convertido en santuario nacional por las autoridades norteamericanas. Fue una visita de interés histórico que enriqueció nuestro acervo cultural naval.


Ya en la salida de ‘francos’ visitamos el mítico volcán que lo llaman “Diamond Head”; el barrio “Chinatown”; la extensa playa de "Waikiki"; y por la noche de ‘ley’ a conocer la sorprendente vida nocturna que embellece a Honolulu. Nos queda solo los buenos recuerdos, las fotos en las arenosas playas, la exótica comida polinesia y el recorrido por los peligrosos barrios de la Capital que nos recordaron la serie “Hawái 5-0” que de jóvenes mirábamos por la televisión ecuatoriana. De hecho uno de sus actores principales Jack Lord que daba vida al personaje de Steve McGarrett, tuvo la gentileza de visitarnos, junto con la coprotagonista Rosemary Quong (Nancy Kwan) y el enigmático Kono Kalakaua "Zulu" (Gilbert Kauhi), este último lamentablemente fallecido a sus 66 años.


Terminada nuestra agenda en Hawái, se recogieron las velas y a punte máquina los navegantes fueron en busca de los mejores vientos y corrientes para enrumbarnos nuevamente al Continente porque Acapulco nos esperaba en los próximos 34 días de navegación.

La jornada empezaba muy temprano para los jóvenes guardiamarinas que con su sextante[6] iban en busca del sol y del horizonte para conocer su ubicación exacta en alta mar. Esta rutina se hizo tan propia que se hizo costumbre marcar nuestra posición en la ‘bitácora’ que era un libro de registro de novedades que teníamos que llenarlo religiosamente cuando nos tocaba hacer los tediosos turnos de guardia. Venía luego la calistenia física de la mañana para luego jugar el famoso ‘fulbito’ entre instructores y alumnos en los que por ‘gentileza’ era dominado por los primeros…


El agua es el punto crítico de toda embarcación, amén de su tipo y estructura. Más aún con la escases que se sufre a diario. El régimen del baño era apenas de unos pocos minutos y ahí no hay antigüedad que valga… cuando te cierran el agua… te cierran. Algunas veces me quedé enjabonado y tuve que secarme a 'puntadillas' sin que mis colegas se den cuenta para evitar el despiadado ‘bullying’.


Llega la hora de las clases y puedo acompañar el desespero de los jóvenes guardiamarinas, cuando no llegaban a entender las complicadas clases de mi Teniente Diego Mantilla –graduado en la famosa Academia Naval de Annapolis- que les martirizaba cada vez que dictaba su materia sobre los Sistemas de Control. Trato de explicarle lo que estaba pasando con sus alumnos pero los ojos prominentes y la sarcástica risa de este inquieto instructor me dijeron todo…


La hora de la comida era lo mejor del día. Recuerdo que había un chef que nos preparaba los más deliciosos y variados platos marineros y sobre todo las comidas regionales de acuerdo al lugar que íbamos a visitar. Una vez fui a las cocinas y pude ver sus pañoles.[7] No había duda de que los marinos se tratan bien en donde quiera que estén –me decía al interior-. Desde ahí me hice amigo del cocinero y nunca más sufrí de hambre a las horas del taciturno y ansiedad.


Recuerdo que para variar la monotonía de la siempre interesante travesía, quise experimentar mis sensaciones y vértigo cuando en medio de un mar ‘picado’ y bravo me acostaba en la red que cuelga el bauprés.[8] De pronto, ese palo que parece apuntar el rumbo cierto del velero, se sumerge en el agua abruptamente… bien agarrado de sus gruesas sogas acompañé lentamente tal inmersión que se me hizo eterna. Empapado todo, salgo del tremendo susto mientras en el puente de mando mis colegas instructores se gozaban a ‘mandíbula llena’ de mi propia desgracia.


Trato de escribir mi diario de navegante pero me es difícil porque los ondeantes movimientos del barco impiden resarcir la fatua tarea de escribano –que llevo dentro- por lo que decido subirme al ‘carajo’ para presumir algún día de haber vencido al vértigo y a mis miedos. En esos preclaros años del nuevo velero, no había mucha seguridad cuando de subir se trate al mástil que sostiene la orgullosa tricolor bandera. Tenía sí, la voluntad de hacerlo…!! Bien agarrado y empuñando fuerte los múltiples peldaños de una larga escalera comenzó mi periplo de trepar hasta el ‘canasto de los castigados’. Me arrepentí de subir a media carrera, pero ya era tarde, debía continuar con mi única aventura. Se me ocurrió, entonces, mirar hacia abajo y contemplé al buque en toda su extensión completamente virado a babor, veo los palos oblicuos y siento venir una sensación de vómito y mareo. Debía continuar hacia el mástil y luego que conseguí este corto objetivo ya no me quería bajar pues temblaba de miedo… Es tan peligroso esta arriesgada trepada que sólo el entrenamiento diario les pueden proporcionar a nuestros marinos esa gran habilidad y agilidad para poder dominar, controlar y contener sus temores al ejecutar tan osadas maniobras.


Pasó tan rápido el mes de navegación hasta que alcanzamos la latitud que permitía divisar en lo lejos a las Islas Tres Marías que se encuentran a 112 Km de las costas mexicanas. Debíamos, según el programa, atracar en el poblado de Zihuatanejo al noreste de Acapulco. Allí, nuevamente se hacía las tareas de ‘pintado’ y preparación del buque antes de zarpar al Puerto de Acapulco en visita oficial. Sin llegarme a impresionar mucho este turístico poblado, nuestro fotógrafo, el guardiamarina Diego Benalcázar disparaba sus flashes para documentar el acto.


Era el 27 de septiembre del año 1981, cayó un día domingo, nadie se percató que era mi cumpleaños. Me quise dar un regalo espiritual que consistiría en un conversatorio a solas con las estrellas y eso lo dejé para las horas de la noche. Fue un día con mucha ventosa, el sol casi no salió y sentía ese permanente traqueteo del buque que hacía reventar las medianas olas contra el casco y la estructura del BESGUA. El agua se levantaba hacia el cielo y en forma de vapor caía sobre mi cabeza… simulé que era el champán que me lanzaban mis amigos en ese día especial; el sabor seco y salado del agua de mar entraba por entre las comisuras de mis labios, intestando mi soledad con mi alegría juntas. Cuando eran las 19h45, me puse la chompa camuflada, un gorro de lana de color azul marino y unos guantes verdes. Me tendí con los brazos abiertos dibujando en la sombra de la popa una T en forma de cruz. Mis ojos apuntaron en forma borrosa a la Constelación de "Orión", allí estaban las tres estrellas que brillan por sobre las demás.

La mitología griega nos señala que Orión se quedó ciego por esas cosas de la vida y que fue el Dios Helios el que finalmente le devolvió la vista. Prometió, desde ahí, aniquilar todo animal que hubiera sobre la tierra, por lo que Gea se enfadó e hizo nacer un escorpión enorme que picó a Orión y lo mató.

Mezcladas en medio de gas y polvo de esa inmensa nebulosa, los tres grandes faros que veo en el infinito son por ahora mis cómplices de mis diálogos íntimos que prometí no confesarlos. Así cumplí 20 años de edad en medio de un océano de promesas, juramentos y deseos…


Finalmente, llegamos a Acapulco: se presenció el ritual protocolario de rigor; la seriedad y solemnidad al recibir a las autoridades locales se hizo notar; también la distensión se hizo presente cuando sonrientes nuestros marinos dieron la bienvenida a los curiosos visitantes que querían conocer el interior del buque. Sin embargo, todos…. pero todos queríamos desembarcar y tomarnos la artesanal cerveza denominada “la lluvia negra” producida en el estado de Guerrero que -nos han dicho- es reconocida por el sabor más rico y clásico de esta legendaria playa mexicana.


Los paracaídas jalados por una lancha y los atractivos que se ofrecía a los turistas no me llegaron a convencer del todo, no había punto de comparación -decía- con las largas, arenosas y hermosas playas que dibujan la Ruta del Sol en Manabí. Vi y sentí diferentes matices, diversos paisajes que por aquellos días sólo nos dejaron ver una mezcla de arena con pequeñas e incómodas piedras... pero sin duda no hay que dejar de reconocer que conocimos uno de los puertos más famosos del mundo.


Decido viajar a la Capital mexicana, voy solo, los viáticos son muy escasos para poder gastarlos en este corto descanso. Mi padre siempre me regalaba unos cuantos dólares adicionales para que lo disfrute y le compre alguna cosita a su “querida negra”… mi madre.


Sabía de antemano que la Virgen de Guadalupe era bien milagrosa y quería rogarle que cure mi escasa visión que me impedía ver con soltura y sin tropezar, aquellos obstáculos que la misma vida me había interpuesto… Aquella mañana vestí mi mejor parada: un terno beige con chaleco y pantalón acampanado; una camisa del mismo color cuyo largo cuello por poco me llega a los hombros; unos zapatos de color café claro que hacían juego con el traje; y, unas gafas oscuras tipo Ray Ban polarizadas, fue mi sobrio atuendo aquel día de octubre de 1981 para visitar a la milagrosa Virgen. Había llegado el momento esperado desde que tuve aquel fatal accidente en la piscina de "Chimbacalle" cuando cadete, y que finalmente estaba perturbando mi vida militar. La entrevista que me hiciera el investigador Jenner Baquero cuenta al detalle este infausto suceso bajo el título de "Un cadete ejemplar".


Antigua Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. México D.F.

Luego de una hora y 15 minutos de vuelo en la aerolínea Mexicana de Aviación, llegué a México Distrito Federal, la poblada capital que en ese entonces ya tenía 10 millones de habitantes … una brutalidad para la época, ya era considerada como una de las ciudades más pobladas del mundo. Bueno… tomé un taxi y en aproximadamente 20 minutos ya estaba arribando en la Plaza Mariana donde imponente aparece la antigua Basílica de nuestra señora de Guadalupe. Por la ventana del viejo automotor divisé de cerca una gran bandera que desplegaba los colores verde, blanco y rojo haciendo ver un enorme escudo al centro, sin duda era el emblema que enorgullece a los mexicanos y que en ese mismo momento era izada con ayuda de un pequeño motor. Me bajé en la intersección de la Calzada De Los Misterios y la Avenida Montevideo y sentía que me moría de hambre. Entré a un restaurante, pedí y me devoré un ‘burrito’ con Coca Cola, que en ese instante me salió igual o mejor que una comida de ‘albañil’ -dije-. Después de eso: pagué la cuenta, arreglé mi leva y fui caminando hacia el gran templo.


Cuando era estudiante de primaria, hice la primera comunión en la Iglesia de Santo Domingo. Sería tanta mi devoción que el Padre Jacinto me pidió que sea su monaguillo por un año más. Eso de ver la iglesia llena de fieles feligreses y peregrinos me eran comunes, la lectura de los sermones del día lo hacía con mucho entusiasmo y fe. Ahora, estaba sentado junto a los parroquianos y miraba con tanta ilusión la imagen inmaculada de María de Guadalupe. Le pedí tan solo una cosa… que me devolviera la visión a mis ojos que tanto estaba oscureciendo mi vida….!! A inicio de los ochentas, no había aún las operaciones de los ojos con laser, entonces diría que le estaba pidiendo un imposible. Arrodillado frente al altar, imploré a Dios que no se injusto conmigo y le pedí su compasión… Luego de mi lenta procesión por la extensa Basílica salí con la esperanza de que algún día se escuche mis súplicas… milagro que ocurrió 13 años después, cuando en el año de 1994 me operé los dos ojos con la ayuda de un excelente cirujano cuencano, de eso lo hice saber a medias a mi amigo y compañero 'balón' Soria que recién cuando lea este relato se enterará de mis padeceres del ayer.


Retorné al punto de encuentro en Acapulco y abordé al coqueto velero que se aprestaba a retornar a casa. Se embarcaron con nosotros cuatro alférez de fragata mexicanos que nos acompañarían hasta Guayaquil. Estaban en pleno entrenamiento antes de recibir a su Buque Escuela "Cuauhtémoc", hermano gemelo del BESGUA, el mismo que estaría listo para ser botado a la mar el día 26 de julio de 1982.


Ya en alta mar, las horas de esparcimiento se presentaban los días viernes y ahí se desfogaba en la amena ‘hora social’ todo la presión que conlleva ser miembro activo en un buque escuela. El Sargento Cortés, amenizaba la orquesta con su llamativo tono de voz al son de un par de trompetas y un timbal que por ahí se hacían ver. Ese sexteto de músicos son la dotación infaltable que dieron, dan y darán alegría a oficiales, tripulantes y alumnos.


Tradicional 'Hora Social' de los viernes. En la foto un alumno simulando el rápido calentamiento del Comandante del BESGUA.

¡Siempre fui curioso y cuestionador...! Algún día de ocio, bajé al cuarto de máquinas y pregunté al Jefe de Guardia sobre el funcionamiento de la propulsión de las máquinas diésel General Motors de 70 hp y 520 kW que impulsa la entrada y salida de puerto la exótica nave de 78,40 metros de largo (eslora) y de 10,60 metros de ancho (manga) y me entero que mientras menos se usen las máquinas es mucho mejor para la instrucción de los guardiamarinas. "¡Los motores se encienden solo para el atraque y para casos de emergencia!" -me dice como gritando el joven oficial de guardia- El sonido es abrumador...

Me invita a conocer el hermético cuarto de ingeniería desde donde se controla los tiempos de la electricidad, la mecánica y electrónica que conecta el funcionamiento sincronizado de todos los elementos que mueven al velero... todo me parece enclaustrado y ajustado. -No podría ser marino en mi otra vida- susurro.


Mientras abandono ese ruidoso compartimento, subo por unas estrechas escaleras y camino tambaleante al camarote asignado, donde mi compañero el Teniente de Fragata de la gloriosa Infantería de Marina Jorge Quiroz, lee con prolijidad una carta que le ha llegado de su pequeña hija que en Puerto Bolívar esperaba ansiosa la llegada de su padre viajero. Era el menos antiguo y de ley tenía que acomodarme en el segundo piso de una pequeña litera de madera que supo de mis desvelos cuando no podía conciliar el sueño producto de las interminables mecidas del barco.


Pasamos la latitud cero, por esta vez el bautizo de los ‘moros’[9] no se realizó por orden del Comandante. Pero esa noticia había sido transcrita en la bitácora del buque y luego de nueve años en un viaje a las Islas Galápagos, se acordaron de ese pequeño detalle y fue el fotógrafo del velero –Capitán de Fragata Diego Benalcázar- el encargado de que el ceremonial de los Dioses del mar y el viento se cumpla, con la rigurosidad que exige esta etérea tradición marinera.


Es noviembre del año 1981, la odisea está por culminar, se pueden ver a los delfines que acompañan el recorrido del buque. Ya en la altura de Salinas, una división bien marcada distinguen las aguas del Río Guayas en su confluencia con el océano. Pasamos la Isla Puná y finalmente llegamos a Guayaquil, siendo recibidos por unos largos chorros de agua que es costumbre marinera después de cumplir con éxito la misión que al Buque le encomienda el estado ecuatoriano: SER EL EMBAJADOR DE LA PRESENCIA ALTIVA DE LA SOBERANÍA ECUATORIANA A TRAVÉS DE MUNDO.

Retorné a casa, abracé a mi padre, a mi madre a mis hermanas y como es obvio la apertura de maletas es lo primero que me pidieron con esas ansias locas de querer recibir un recuerdo del largo viaje: un betamax Sony, una guitarra de marca Internacional y una moderna cámara de fotos Canon con un lente ‘ojo de pez’ con trípode incluido fueron los regalos para mi padre a quien le devolví los dólares que me sobraron como el ‘vuelto’ que me impedía tomarme más de lo obsequiado. Los ‘cachivaches’ que logré meter en el corto espacio que ofrecen los camarotes fueron los recuerdos que con cariño los entregué a mi madre y hermanas.


Con el señor TNCB. Fernando Zurita Febres, Oficial de seguridad de navegación del BESGUA. (Alcanzó el grado de Contralmirante)


De izquierda a derecha: TNFG Jorge Quiroz, Oficial comunicante; TNFG Washington Miño, Oficial Jefe División Mesana; Sbte. Oswaldo Moreno, invitado y responsable de la Educación Física; TNNV. Becquer Picco, Oficial Navegante; y, TNCB. Fernando Zurita, Oficial de Seguridad de navegación.


La travesía al vértice norte de las islas polinesias me hizo comprender que la vida en un velero de instrucción es más que un viaje de placer …


Notas del editor: Hace poco, el Buque Escuela “Guayas” fue el anfitrión del evento “Velas Latinoamérica” cuya flota compuesta por ocho veleros de instrucción (“Cisne Blanco” de Brasil, “Simón Bolívar” de Venezuela, “Gloria” de Colombia, “Cuauhtémoc” de México, “Esmeralda” de Chile, “Libertad” de Argentina, “Unión” de Perú y el “Guayas” de Ecuador) participaron todos juntos en la fase denominada “Guayaquil a toda vela 2018” durante la Conferencia Naval Interamericana desarrollada del 28 de junio al 02 de julio de 2018. El arco de agua despedía a nuestro velero en su travesía número 31 que tendrá su nuevo compromiso profesional en las Regatas Latinas que incluirá países como Colombia, República Dominicana, Curazao y México.

¡Buen viento y buena mar..!!

[1] Corresponde al grado de Subteniente, en el Ejército y en la Fuerza Aérea ecuatoriana.

[2] www.armada.mil.ec/?page_id=256

[3] Es un palo horizontal que divide en varias partes y en forma de cruz a los palos verticales del barco. El centro de la verga se llama cruz y los extremos penoles.

[4] Es una canastilla ubicada en el palo mayor desde donde los vigías observaban y controlaban el rumbo del barco contra cualquier obstáculo natural o artificial.

[5] Suboficial responsable de la tripulación ante el Comandante del buque.

[6] Instrumento que permite determinar la ubicación exacta del observador o vigía.

[7] Compartimentos del buque en donde se almacenas los víveres, las bebidas y las herramientas.

[8] Palo prominente que destaca en la proa del buque.

[9] Viajeros que por primera vez se embarcan en un navío y que por orden del Dios Neptuno deben ser bautizados de acuerdo a las reglas que el mismo instauró para sus infieles terrenales.



 
 
 

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© 2018  Publicaciones escritas por: Oswaldo Moreno

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