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Cumandá: Entre el libro, el paisaje y las motos.

Actualizado: 16 may 2018

¡No…No!

No me voy a referir al hermoso cantón de la Provincia de Chimborazo ubicado al sur - oeste de la provincia del Chimborazo que junto al río Chimbo forman una de las zonas con mayor biodiversidad del país. Debo recordar que allí crecieron y se asentaron, definitivamente, la familia Rephani Brambilla – Padilla, a quienes guardo un profundo respeto y cariño no sólo por ser el ancestro de mi ex, sino porque con ellos tuve el placer de sentir el aire puro y la calidez que me ofreció su hogar, cuando los visité. Es que Cumandá, es un lugar fantástico que cuando uno retorna se presenta una extraña sensación de querer volver por siempre.

NOVELA CUMANDÁ: LA PROTAGONISTA DE MI RELATO

Al no ser el objetivo de mi lectura el mencionado paraje tropical, debo mencionar que tampoco será, Cumandá, la hermosa heroína nacida de las entrañas de la selva amazónica ecuatoriana, la protagonista de mi relato, pero si debo adelantar a mis lectores que los paisajes vertidos entre ríos, montañas, cascadas y valles, serán las que definitivamente serán parte de la narración de mi periplo en moto.


Recuerdo haber leído en mi edad escolar, la novela Cumandá, hoy constituida en una novela clásica de la literatura ecuatoriana y latinoamericana, cuyo autor Juan León Mera Martínez (Ambato, 28 de junio de 1832 - Ambato, 13 de diciembre de 1894), entre otras obras literarias, escribió la letra del Himno Nacional del Ecuador, considerado por muchos una de las canciones más lindas del mundo.

Cumandá, la hermosa heroína nacida de las entrañas de la selva amazónica ecuatoriana...

Juan León Mera escribió Cumandá en el Ecuador en 1877, en la que da una amplia descripción de la geografía ecuatoriana y las costumbres de los pueblos que en ella habitan. Me adentro entonces, a las entrañas amazónicas para revivir, in situ, la exquisita narración del escritor ecuatoriano.


Ya en la moto

Al mando de una moto tipo Ducati Multistrada 1.200cc, empiezo a guiar a mi amigo español Iago Di Aranda, quien emocionado empieza a sincronizar lentamente los cambios de una Suzuki 1.000cc, motores que finalmente nos llevaron a recordar los paisajes de Cumandá, la novela.

EN BAÑOS

Luego de visitar el Cantón Sigchos en la Provincia de Cotopaxi, subimos al volcán Quilotoa y contemplamos su Laguna de agua verde cristalina, una belleza natural protegida celosamente por sus colonos. Bajamos al oriente en una pertinaz lluvia que prolongó en demasía los tiempos programados. Contemplamos los paisajes inamovibles de Baños de Agua Santa, Shell, Mera y Tena.



Juan León Mera, en su novela, describe al detalle lo que íbamos viendo:

“El monte Tungurahua, de hermosa figura cónica y de cumbre siempre blanca, parece haber sido arrojado por la mano de Dios sobre la cadena oriental de los Andes, la cual, hendida al terrible golpe, le ha dado ancho asiento en el fondo de sus entrañas. En estas profundidades y a los pies del coloso, que, no obstante su situación, mide 5.087 metros de altura sobre el mar, se forma el río Pastaza de la unión del Patate, que riega el este de la provincia que lleva el nombre de aquella gran montaña, y del Chambo que, después de recorrer gran parte de la provincia del Chimborazo, se precipita furioso y atronador por su cauce de lava y micaesquista.


El Chambo causa vértigo a quienes por primera vez lo contemplan: se golpea contra los peñascos, salta convertido en espuma, se hunde en sombríos vórtices, vuelve a surgir a borbotones, se retuerce como un condenado, brama como cien toros heridos, truena como la tempestad, y mezclado luego con el otro río continúa con mayor ímpetu cavando abismos y estremeciendo la tierra, hasta que da el famoso salto de Agoyán, cuyo estruendo se oye a considerable distancia. Desde este punto, a una hora de camino del agreste y bello pueblecito de Baños, toma el nombre de Pastaza, y su carrera, aunque majestuosa, es todavía precipitada hasta muchas leguas abajo. Desde aquí también comienza a recibir mayor número de tributarios, siendo los más notables, antes del cerro Abitahua, el Río-Verde, de aguas cristalinas y puras, y el Topo, cuyos orígenes se hallan en las serranías de Llanganate, en otro tiempo objeto de codiciosas miras, porque se creía que encerraba riquísimas minas de oro.”


El Chambo causa vértigo a quienes por primera vez lo contemplan...

Una narración tan real que el lector puede hacerse la idea y recordar sus visitas a estos agrestes y maravillosos lugares amazónicos. Las nubes se portaron esquivas y nos impidieron contemplar la imponencia del volcán Tungurahua, los lugareños nos indican que cada dos meses y medio, el coloso vuelve a rugir y esperan la visita de turistas y curiosos en este mes de junio. Visitamos la ruta de las Cascadas: Agoyán, Manto de Novia y el Pailón del Diablo. Le invité a Iago para que haga puenting pero el precipicio lo acobardó. Se decidió por pasar el Río Negro en tarabita y luego hizo el canoping que lo maravilló.


Cruzamos tres, cuatro y cinco túneles con diversas deformaciones que nos invitan a pensar que en su construcción se utilizó maquinaria arcaica. Sin embargo, no dejan de impresionar. Casi al final del descenso, se puede divisar al Río Pastaza en todo su esplendor. Aquí Juan León Mera describe lo siguiente:


“El Pastaza, uno de los reyes del sistema fluvial de los desiertos orientales, que se confunden y mueren en el seno del monarca de los ríos del mundo, tiene las orillas más groseramente bellas que se puede imaginar, a lo menos desde las inmediaciones del mentado pueblecito hasta largo espacio adelante de la confluencia del Topo. El cuadro, o más propiamente la sucesión de cuadros que ellas presentan, cambian de aspecto, en especial pasado el Abitahua hasta el gran Amazonas. En la parte en que nos ocupamos, agria y salvaje por extremo, parece que los Andes, en violenta lucha con las ondas, se han rendido sólo a más no poder y las han dejado abrirse paso por sus más recónditos senos. A derecha e izquierda la secular vegetación ha llegado a cubrir los estrechos planos, las caprichosas gradas, los bordes de los barrancos, las laderas y hasta las paredes casi perpendiculares de esa estupenda rotura de la cadena andina; y por entre columnatas de cedros y palmeras, y arcadas de lianas, y bóvedas de esmeralda y oro bajan, siempre a saltos y tumbos, y siempre bulliciosos, los infinitos arroyos que engruesan, amén de los ríos secundarios, el venaje del río principal. Podría decirse que todos ellos buscan con desesperación el término de su carrera seducidos y alucinados por las voces de su soberano que escucharon allá entre las breñas de la montaña.


El viajero no acostumbrado a penetrar por esas selvas, a saltar esos arroyos, esguazar esos ríos, bajar y subir por las pendientes de esos abismos, anda de sorpresa en sorpresa, y juzga los peligros que va arrastrando mayores de lo que son en verdad. Pero estos mismos peligros y sorpresas, entre las cuales hay no pocas agradables, contribuyen a hacerle sentir menos el cansancio y la fatiga, no obstante que, ora salva de un vuelo un trecho desmesurado, ora da pasitos de a sesma; ya va de puntillas, ya de talón, ya con el pie torcido; y se inclina, se arrastra, se endereza, se balancea, cargando todo el cuerpo en el largo bastón de caña brava, se resbala por el descortezado tronco de un árbol caído, se hunde en el cieno, se suspende y columpia de un bejuco, mirando a sus pies por entre las roturas del follaje las agitadas aguas del Pastaza, a más de doscientos metros de profundidad, o bien oyendo solamente su bramido en un abismo que parece sin fondo... En tales caminos, si caminos pueden llamarse, todo el mundo tiene que ser acróbata por fuerza.”


“El Pastaza se dilata a veces por abiertas y risueñas playas, y otras está limitado en trayectos más o menos largos por peñascosas orillas que van desapareciendo a medida que avanza en la llanura, o por simples elevaciones del terreno. En muchos puntos se divide en dos brazos que vuelven a unirse ciñendo hermosas islas, las que son más frecuentes y extensas cuanto más el río se acerca a su término. En las orillas abundan hermosísimas palmas, de cuyo fruto gustan los saínos y otros animales bravíos, y el laurel que produce la excelente cera, y el fragante canelo que da nombre al territorio regado por el Bobonaza rico censatario también del Pastaza, y por el Curaray que da más abundante caudal al gigantesco Napo.”


“Lector, hemos procurado hacerte conocer, aunque harto imperfectamente, el teatro en que vamos a introducirte: déjate guiar y síguenos con paciencia. Pocas veces volveremos la vista a la sociedad civilizada; olvídate de ella si quieres que te interesen las esencias de la naturaleza y las costumbres de los errantes y salvajes hijos, de las selvas.” Así termina el escritor ecuatoriano la narración del primer capítulo de su novela Cumandá.


Trataba de explicarle a Iago, lo hermoso de esta descripción de Juan León Mera pero me fue inútil, le ofrecí entonces hacerle llegar un resumen de lo que iba pensando y recordando de mi lectura escolar.

Acelero el motor de mi moto y me dejo llevar por la libertad que ofrece este hobby. Deja de llover… pasamos la Shell, Puyo y llegamos a Tena. Ahí nos espera Luchito “el Quique” Páez (Propietario de la hermosa Hostería Las Heliconias), quien al mando de su Jeep Sahara no hace un tour por la Ciudad y por canoa nos hace visitar la confluencia del Río Misahualli en el Napo. Entramos a la comunidad de Muyuna y fuimos recibidos por Juan, un záparo modernizado. Nos habla de paquetes turísticos y vemos en él al líder que comunica “indios” con “blancos”. Sin discriminar esta postura, fuimos muy bien recibidos. Apareció el Shaman quién me “curó” de todos mis males… sentí un frío interior como que algo malo me estaba pasando pero el “maestro” dijo predecir un buen momento en mi vida luego de un gran sufrimiento. Me santíguo...me tomé la foto y rezo para que eso sea cierto. Nos presentan a sus mascotas una culebra tipo boa de dos metros y a un caimán recién nacido a quién le toco la cabeza, le doy un beso y cierra sus ojos como aceptando el adulo. Veo y siento a una comunidad olvidada completamente aculturizada, la televisión satélital lo acabó de “matar”. Hablan de las novelas y sobre todo del fútbol, admiran a Messi y hay una rivalidad casi real con Ronaldo… el portugués. Nos invitan a jugar fútbol pero luego se arrepienten porque el trago en forma de yahuasca los tenía drogados y atontados. Veo el correr de los niños y trato de que me enseñen algunas palabras en quichua y avergonzados van corriendo a sus humildes viviendas. Los niños, se trepan a los árboles como monos, como que tuvieran garras en sus pies… como queriendo impresionar de sus habilidades al hombre “blanco”… como demostrando su dominio de la selva a tan corta edad. Pido visitar la escuelita y con decepción constato que las Escuelas del Milenio del Mashi, no aparecen. Se ríen sus padres, mientras las mujeres dan de amamantar a su críos. Otra vez, susurro entre dientes…¿Cuándo acabará este gobierno maldito? …tomo las fotografías de rigor y las envío por facebook. Increíble pero cierto, la tecnología en estos lugares amazónicos en lugar de servir para bien, acaba de decapitar a una de las corrientes de la cultura zápara, que adoran los adelantos del mundo moderno al cual ellos serán los testigos de honor del traslape de lo ancestral por lo moderno…¡Qué pena Dios mío!


Nos despedimos con el ofrecimiento de volver y al ver alejarse la canoa siento que todo ha terminado… lo poco que teníamos que salvar… ha muerto, pues las comunidades: Huaoranis, achuar, shuar, cofanes, sionas, quichuas, secoyas, záparos, canelos quichuas, entre otras, están al borde de la extinción y el olvido frente a un mundo que se jacta entre la opulencia, la pobreza y la miseria.



Retornamos velozmente a Quito porque mi amigo Iago quería visitar la Mitad del Mundo. Estuve cansado por la tensión que conlleva la conducción en moto, no le digo nada… y con mi auto ya en la capital y siendo las 21h00 termina nuestro viaje contemplando el monumento referido y el edificio de la UNASUR, un feo armatoste de 41 millones de dólares que donó el gobierno de Correa para hacerse el alhaja con la frustrada revolución en Sudamérica. Y nuestros hermanos indígenas…¡Bien gracias!


Las fotografías de este viaje ya están a su disposición en mi perfil de facebook.

¡Espero les haya gustado!

¡Chao!

17h50

 
 
 

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© 2018  Publicaciones escritas por: Oswaldo Moreno

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