ELEFANTES POR CHAMONIX. Es una lectura inspirada en un vuelo que nos llevó de Roma a Ámsterdam...
- General Oswaldo Moreno
- 24 oct 2017
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 9 may 2018
Chamonix es una lectura que ofrezco a mis seguidores de las redes sociales, inspirada en un vuelo que nos llevó de Roma a Ámsterdam y que durante su trayecto fuimos maravillados por un paisaje alpino único que me recordó de inmediato a la travesía que heroicamente hizo el General africano Aníbal por estos agrestes glaciares antes de enfrentarse a los romanos en la famosa Batalla de Cannas hace más de dos mil años (216 a.C.). Este vuelo de placer privado se puede cotejar con mi visita de carácter profesional que hice hace 12 años por estos mismos lugares, siendo esta fusión de sentimientos encontrados un buen pretexto para compartir con mis lectores lo que a continuación relato.

El Emperador Tiberio
… Era tonto, tarado, acomplejado, cojo y tartamudo. Sus amigos y familiares cercanos solían burlarse de sus deficiencias físicas desde su niñez y su madre lo estigmatizaba en demasía. No era de la confianza de la aristocracia que era mayoría en el senado romano pero la guardia pletoriana lo proclamó como el cuarto emperador de la dinastía Julio-Claudia, precisamente porque pensaron que era fácilmente controlable y maniobrable… ¡Qué error!
Era Tiberio Claudio César Augusto Germánico, más conocido como Claudio (1-ago-10 a.C./13-oct-54 d.C.), un enigmático personaje que la historia lo recuerda como un extraordinario gobernante provisto de una notable inteligencia y conspicuo estudioso de la Historia romana. Escoge a su amigo Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.) como su maestro porque se interesó en conocer, entre otras cosas, los motivos que le llevaron al General cartaginés Aníbal a cruzarse inicialmente los Pirineos, luego la gélida cordillera de los Alpes para finalmente enfrentarse al legendario ejército romano en las llanuras de Cannas, maniobra envolvente relatada magistralmente por su formador Tito Livio en los libros sobre la Segunda Guerra Púnica.
El Emperador Claudio... era tonto, tarado, acomplejado, cojo y tartamudo
Desde sus inicios como cadete de la Escuela Militar, al joven Napoleón Bonaparte (1785) le fascinaba la geografía y se vio muy interesado en investigar las obras clásicas de Tito Livio, escritos que tuvieron una profunda influencia militar en sus campañas napoleónicas. Ya a sus 16 años, como Teniente de artillería, se hacía las siguientes preguntas:
¿Cómo cruzaron 30.000 infantes, 15.000 jinetes con su brava caballería y 38 elefantes de guerra por los Pirineos y luego por las inmediaciones de los Alpes, antes de llegar a Cannas?
¿Por qué, Aníbal Barca, el brillante e histórico General, no cruzó la corta travesía mediterránea entre Cártago (Túnez) y Roma para conquistarla brevemente? ...
Fatuo, increíble, inhumano, salvaje, guerrero, audaz, insensato, astuto, genio... y unas decenas más de calificativos se ganaría Aníbal, cuando tratamos de dar respuesta a las inquietudes vanas del joven teniente quién fuera más tarde el gran Emperador francés.
Eso quizás le hizo pensar que el hombre era invencible y que las limitaciones propias de su naturaleza eran insuficientes para embarcarse en expediciones que devengaron ingentes e innecesarias pérdidas de vidas humanas, cuando intentó conquistar las tierras de los faraones, el imperio de los zares y las islas del Reino Unido.
Pero claro… Napoleón tenía que emular “las cosas que las personas normales eran incapaces de hacer” (Benito Díaz de la Cebosa) y mejorando la hazaña del General cartaginés Aníbal, escogió la mejor ruta conocida como el paso de San Bernardo –cerca de Chamonix- para atravesar los Alpes y reinar Italia por 9 años hasta su abdicación (1.805-1814).
Mi breve estadía por Chimonix en el invierno del año 2005 fue insuficiente para contornar su alpino paisaje. Sus típicas casas situadas en las laderas de los Alpes franceses me recordaban los viejos calendarios que decoraban las salas de nuestros abuelos. Las montañas afiladas como apuntando al cielo nos exigían divisar de sobre ellas la más alta, la más famosa, la más bella… la Montaña Blanca o Mont Blanc. Sólo pude ser testigo del intenso viento que por ahí circula, de las gélidas y pintorescas calles iluminadas con una tenue luz que invita al café y a la meditación. Al preguntar… nadie sabía, pocos recordaban y sólo las lúgubres memorias de los mortales desfiladeros podrían contar que LOS ELEFANTES POR CHAMANIX, son más que una leyenda, una realidad.
Son las 8 de la mañana, estamos cruzando la frontera ítalo-francesa y a muchos metros de altitud, el capitán de la nave -KLM- nos invita a ver los Alpes en todo su esplendor. Se puede apreciar el Lago de Ginebra, los valles de San Bernardo y Chamonix, el Mont Blanc, las bellas laderas alpinas, muchos lagos y el cielo limpio rayado por el paso de aviones que entrecruzan al nuestro. Nos ofrecen una vista maravillosa que me permite contemplar desde lo alto la audacia de Aníbal y la sagacidad de Napoleón que volcaron todo su ingenio a la conquistar de sus sueños por absurdos o ciertos que estos hayan sido.
Cuenta la historia que de 38 elefantes de guerra apenas 4 lograron pasar las gélidas montañas y ninguno de ellos llegó a Cannas. Miles de caballos se despotricaron y cayeron al abismo, muchas familias se perdieron y cientos de soldados fueron incapaces de salvar las inclemencias del tiempo. Ahí yacen en el olvido los cadáveres de hombres y animales que se descubren lentamente con el pasar de los años pero sólo dos retratan la magnificencia del hombre desafiando la naturaleza: NAPOLÉON CRUZANDO LOS ALPES, retrato ecuestre pintado al óleo sobre lienzo por el artista francés Jacques-Louis David (1805) y el de ANÍBAL CRUZANDO LOS ALPES del pintor romántico William Turner (1812).
¡LOS ELEFANTES POR CHAMONIX..!
La hazaña militar más audaz de la antigüedad...
Sobre los Alpes, martes 24 de octubre de 2017 / 07h54


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