Las Fuerzas Especiales: Lo bueno, lo malo y lo feo…
- General Oswaldo Moreno
- 7 ago 2018
- 16 Min. de lectura
Actualizado: 19 oct 2018
DE MI AUTOBIOGRAFÍA:
MEMORIAS.
¡Hacia el cónclave de los 'sofistas'..!

Las Fuerzas Especiales: Lo bueno, lo malo y lo feo…
Pierden el tiempo aquellos lectores que piensan que voy a relatar algo que desprestigie a las gloriosas Fuerzas Especiales ecuatorianas. Me referiré –sí- a lo bueno, lo malo y lo feo, como experiencias personales narradas en mi autobiografía que me han permitido aprender de una institución que me ha brindado las mejores oportunidades profesionales, personales y familiares.
Lo bueno
Haber sido desde niño parte de un entorno familiar involucrado con los ‘paracas’, ha sido verdaderamente maravilloso.
Les había contado antes, que mi padre antes de iniciar sus largos 50 años como empresario, había realizado la conscripción y luego de una corta experiencia en las unidades regulares, decidió ser parte del Destacamento Escuela de Fuerzas Especiales Nro. 9 “Patria” -DEFE- habiendo sido alumno y luego instructor de los complicados Cursos de Comando - Paracaidista y Jefe de Salto.


Entre sus alumnos destacaron honorables oficiales y voluntarios (personal de tropa) que se distinguieron por su excelencia profesional durante su trayectoria militar. Me contaba –mi papá– que fue muy amigo del famoso Mayor ‘cuchillo’ Marcelo Ormaza; de los otrora Generales Miguel Iturralde y Marco Villa, con éste último habría viajado a Chile, Argentina y Brasil en comisión de servicios; pero sin duda el Suboficial Edwin Santamaría Mandoneht y el Coronel Alejandro Romo Escobar (ambos pioneros del paracaidismo ecuatoriano), fueron sus amigos más recordados porque además de aquello, fueron mis padrinos de bautizo y primera comunión respectivamente. Estas son las razones por las que -debo decir con orgullo- me une un ‘cordón umbilical’ con los camaradas de la roja boina.


Mi entorno personal, se formó y desarrolló en un ambiente castrense y se circunscribió básicamente en mi hogar; el cuartel de los paracaidistas; el Jardín Maternal Militar Nro. 01; la Escuela Municipal “Sucre”; la Iglesia de Santo Domingo (Fui monaguillo); el Colegio Militar; la Escuela Superior “Eloy Alfaro”; y, finalmente los 32 pases que como oficial tuve que cumplir en las unidades militares de las Fuerzas Armadas ecuatorianas, de los cuales destaco el Comando de Unidad del Batallón de Operaciones Especiales Nro. 54 “Capt. Giovanni Calles”, ubicado en Shushufindi, designada como la mejor unidad militar del oriente en el año 2000, cuando fui su Comandante y considerada también como UNIDAD ÉLITE en las Fuerzas Especiales ecuatorianas.
Creo que nací con la boina puesta, ahí guardada la tengo la prenda original hecha en Brasil, tenía un poco de caída hacia la izquierda pero al final no me llegó a gustar. Me encantaba la boina inglesa de color concho de vino, su cintillo negro cruzaba la frente y en forma de trenza se ajustaba en la parte trasera de la cabeza. Lo que sobraba de la cinta se movía con el viento o al vaivén del orgulloso usuario...
De niño me la ponía con el ala dorada sobre mi frente y no llegué a entender los motivos por los que mi padre no me dejaba utilizar –creo que era por el supremo respeto que la tenía-.
El ala… era una de bronce rústico con dos finos clavos que se incrustaban sobre un óvalo negro que sujetaban la bien planchada y 'engreída' prenda.
A los cinco años, asistí al Jardín Maternal Militar Nro. 01 ubicado junto al Ministerio de Defensa Nacional, exactamente frente a la piscina de “El Sena” cuyas gélidas aguas probaban la fuerza de carácter de unos soldados que se lanzaban de dos delgados tablones de madera: el uno de 3 metros y el otro de no más de siete metros de altura. Sus cuerpos esculturales llamaban mucho la atención de los curiosos y los ‘planchazos’ que más de uno se pegaban, eran producto de su torpe agilidad cuando practicaban la ‘patada a la luna’ y el mortal para atrás que le decían ‘carpado’. Sería esta breve experiencia que me motivó, años más tarde, a ser uno de los gimnastas que animaba al reconocido equipo de aparatos del Colegio Militar. Después entendí que esos corpulentos soldados eran los alumnos del Curso de Comandos que mi padre instruía.
Eso lo digo porque un día me crucé la corta calle que separaba mi jardín con la vieja piscina, para brevemente saludar con mi padre que aparecía por entre las rejas de una puerta de hierro bien alta que en la actualidad en el abandono se encuentran.


Hasta los cinco años de edad, vivía en una casa rentada por mis abuelos maternos en la tradicional calle de la Portilla, junto al Complejo Ministerial. Tenía –la casa- una piscina pequeña que no sobrepasaba los 12 metros que se llenaba con una escuálida fuente subterránea de agua y fue dónde rústicamente aprendí a nadar.
Los grandes muros que separan la referida calle, me dificultaba la trepada para poder ver a lo lejos a los paracaidistas que se lanzaban sobre los potreros de la Magdalena, desde un imponente avión C-47, con matrícula FAE 15677 que pasaba por sobre nuestras cabezas con un sonido abrumador muy característico en este tipo de aeronaves y que ahora pertenecen al Museo de la Defensa.


Algunas ocasiones asistí a las Haciendas de la Magdalena para ver a los soldados caer desde el cielo. Entre ellos se fajaban y se jactaban de haber caído de pie sin hacer la rodada y en verdad algunos aprovechando su fuerza y la suerte del viento caían bien parados, eso sí… llegué a ver los groseros golpes que también se pegaban y luego –yo- contemplaba como la gran cúpula se doblaba lentamente cayendo al suelo como rindiéndose a la maniobra oportuna del fuerte ‘paraca’. Después de la instrucción, venía la fanfarrea que normalmente reunía a estos bravos guerreros en el parque de la Magdalena, junto a la Iglesia del mismo nombre, entre la avenida Jacinto Collahuazo y Puruhá. Era una picantería muy conocida porque la señora Marianita ofrecía unos buenos platos de ornado que ellos –los paracas- combinaban con bastante cerveza.
Mientras mi papá y sus compañeros instructores festejaban el fin de la instrucción, yo -en el año de 1966- jugaba con esos muñecos que colgaban de un plástico de colores y mientras trataba de lanzarlos bien, pero bien alto… contemplaba su lento bamboleo al caer, perdiéndoles de vista cuando algunos se me quedaban por entre los techos de las casas del viejo parque.


Recuerdo también que hasta los doce años, llegué a recibir los juguetes que a los hijos de los militares nos daban. El tren con vagones a pilas y un cohete que avanzaba hasta simular su despegue eran mis preferidos que con cariño guardaba. Los álbumes de los recuerdos nos dejan ver una fotografía de hace más de cincuenta años que evidencia mi relato en el mismísimo Destacamento Escuela de Fuerzas Especiales Nro. 9 “Patria” allá en la Villaflora, ahí mismo donde acompañaba a mi padre cuando estaba de guardia. Las ametralladoras, munición, fusiles, pistolas y variado armamento que mi papá como bodeguero guardaba, comenzaron a ser parte de mi vocación militar. Junto a la cancha de vóley (mi padre era buen ‘servidor’) habían las llamadas ‘arañas’ que simulaban unas cúpulas metálicas que facilitaba la instrucción. Me gustaba subirme a ellas y pedía a los ‘fortachones’ que me den vuelo para sentir el viento soplar en mi cara. Junto a la entrada de la prevención estaba la cancha de fútbol y el lugar adecuado para practicar salto alto y salto largo que eran prerrequisitos de ingreso al Colegio Militar que sin mucho esfuerzo logré sobrepasar.

Extrañé mis visitas a los ‘paracas’ cuando mi padre se retira del Ejército y emprende su vida de empresario y yo inicio a los 12 años mis estudios secundarios en el Colegio Militar “Eloy Alfaro”, ubicado en la avenida Orellana.
Lo bueno recién empieza en que mi entorno profesional, al vincularme a las Fuerzas Especiales en el año de 1983, cuando el señor Teniente Coronel Jaime Guzmán, que fuera mi Comandante en la Artillería, me dio permiso para realizar el Curso de Paracaidismo con una sola condición y a la vez fuerte amenaza:
-“Le autorizo para que haga el Curso, pero si se queda con el pase ahí… le arresto”-. Fue claro y enfático.
Esa clara amenaza fue una sentencia evidente para que mi vida militar se circunscriba en el arma de artillería alejada de los ‘paracas’. Además había terminado exitosamente el Curso de Artillería Antiaérea y había sido dado el pase como instructor en la Escuela para poder –según mi Comandante- devengar el costoso curso que el Estado había gastado en especializarme.
En ese entonces, el Curso de Paracaidismos duraba tres semanas más una adicional para realizar cuatro saltos diurnos y un nocturno, los mismos que fueron realizados en el aeropuerto de Quevedo. La falta de aeronaves para realizar los saltos de graduación se tradujeron en una larga espera que duró dos meses más de lo previsto. Mientras tanto, aprovecharon –los instructores- nuestra ‘mano de obra’ para hacernos improvisados agricultores, y nosotros de 'picados', llenábamos de semillas mal sembradas los extensos campos que ofrecía la hacienda de la Brigada “Patria”.
Ya en mi graduación en la Escuela de Fuerzas Especiales de Latacunga (4-mar-1983), me entero que había obtenido la primera antigüedad con un promedio de 19,720/20 de entre 54 alumnos. Un rendimiento de excelencia que nunca fue anunciado por las autoridades de la Escuela peor reconocido en el Cuadro de Honor de los alumnos que figuran en tan anhelada lista. Espero que algún día, algún camarada consciente, subsane este error cometido y refrende este derecho consuetudinario reservado solo para los mejores alumnos de los Cursos que la prestigiosa Escuela, ofrece...

Las fotos para el recuerdo no se hicieron esperar y las felicitaciones de su Director, el recordado señor Teniente Coronel Patricio Nuñez, se tradujeron en un solo pedido:
─“Moreno… ¿Se quiere quedar con el pase?”…─me preguntó con un tono de voz suave y cálida, característica de este gran oficial─.
─Le dije ¡NO MI CORONEL! ─explicándole de inmediato la orden que recibí de mi Comandante artillero Jaime Guzmán─.
─No me dijo nada y siguió felicitando a los compañeros que en fila de a uno, les congratulaba…
De esta manera se desvanecieron mis claras ideas de pertenecer orgánicamente a la prestigiosa Brigada de ‘los boinas rojas’.
Retorné a mis clases de radares y piezas en la Escuela de Artillería Antiaérea de Quito, pero mis inquietudes se volcaron a lograr nuevamente el permiso para realizar el fatigoso, forzado y difícil Curso de Comandos ya que no podía defraudar a mi padre que nunca me exigió que lo haga pero que su silencio me decía mucho del orgullo que siempre sintió, cuando me veía lucir la boina, el ala sobre mi corazón y en mi hombro izquierdo desplegado el famoso parche que en siete letras se hacía leer la palabra COMANDO.
En el año de 1984, siendo Comandante del Grupo Escuela de Artillería Nro. 13 “Mariscal Sucre”, el señor Teniente Coronel, Patricio López Moreno, recibí la ansiada autorización para realizar el Curso de Comandos.
-“Hacer este Curso, no le deseo ni a mi peor enemigo”-, me decía un idiota recién graduado, a quién le pedí su asesoramiento.

─HDP─ le dije en mi interior y proseguí sin decirle ni una sola palabra más…
Ahora, eran veinte semanas que se me hicieron eternas, no por lo mucho que nos perfeccionaron sino por lo tenso y peligroso que su entrenamiento a diario conllevaba. Sin equivocarme puedo decir que el Curso XXXII –el mejor- debe ser uno de los más duros –modestia aparte- que se hayan realizado en la Escuela de Fuerzas Especiales.

─ “Todas las misiones serán reales” ─decía con una gruesa y ronca voz, mi Coronel Gonzalo ‘búho’ Bueno, Director de la Escuela─.
Esa real disposición fue fielmente cumplida por sus recios instructores que a decir la verdad nos sacaron la ‘m’ … José Pila, Jaime Anda, y Carlos Obando, éste último designado como Jefe de Curso. Que más nos podíamos esperar…eran los más rudos instructores que por la Escuela habrán pasado. Nos entrenaron en la costa, sierra y oriente bajo extremas condiciones meteorológicas. Buceamos, escalamos, nadamos, corrimos, saltamos en paracaídas en un complicado ‘salto de combate’ a media noche en las “Pampas de la Pitaya” en la Provincia de El Oro y de ahí caminando por la agreste cordillera debíamos alcanzar el aeropuerto de Macará en la Provincia de Loja. Siempre escondidos en medio de la maleza, pues, era prohibido tomar vehículo alguno, peor caminar por las carreteras o caminos de segundo orden porque ahí estaban ellos –los Instructores- quienes nos retornaban al punto de origen si éramos descubiertos ‘infraganti’, eso sí… después de una gran paliza.
Arduos fueron aquellos días que merecen especial atención para escribir un nuevo y emocionante relato. Por ahora, me limitaré a decir que a pesar de mis sinsabores y frustraciones es lo mejor que me ha pasado en mi vida profesional ya que debido a ese duro entrenamiento pude cumplir con éxito ciertas misiones especiales que mis comandantes me confiaron en mi larga carrera militar.
Lo malo
A pesar de haberme maravillado por los logros alcanzados en los Cursos de Fuerzas Especiales de Comando-Paracaidista, sus líderes ─los viejos paracas─ en los diferentes niveles del mando no se preocuparon por defender a sus egresados cuando nos tocaba ascender de una jerarquía a otra.
Resulta que cuando finalicé el Curso de Comando, me ubicaron en la 5ta. antigüedad de entre los oficiales y mi promedio de 16,870/20 me ubicó en la antigüedad 78 de entre 84 compañeros de promoción. O sea, fui uno de los más malos de entre los malos. Si no hubiese sido por las otras excelentes notas registradas en mi libro de vida, claramente hubiese estado llevado el ‘farolito’, característica del último tercio de cada promoción.
Cuando se homologaban o convalidaban las notas para ser ascendidos al inmediato grado superior, las calificaciones obtenidas en el Curso de Comandos no se compadecieron con aquellas muy buenas notas obtenidas por nuestros compañeros en el Curso de Selva y la gran mayoría, por no decirlo todos pero absolutamente todos “los comacheros” fuimos relegados a las últimas antigüedades de nuestras respectivas promociones. Es decir, para los ‘sofistas’ –los Generales-, hacer el Curso de Selva como el de Comandos era lo mismo, no había porqué comparar el nivel de riegos asumidos, dificultad, tiempo de realización y exigencia. Su homologación era un hecho, aunque todos sabíamos de su inexacta apreciación. Los técnicos de la enseñanza solíamos recomendar que en estos casos se debía hacer una equiparación por coeficientes de acuerdo a la dificultad de los cursos para poder valorar en forma justa a todos los participantes. De eso, no entendieron nada los que cambiaban a cada rato y según ‘el cliente’, las ‘reglas del juego’, dadas por esos reglamentos que se hacían a ‘medida’ de los interesados y oportunistas que siempre los hubo.
Quizás, para muchos lectores esto no tenga nada de MALO, pero al final pesa y mucho, cuando se debe evaluar por competencias los ascensos de oficiales y voluntarios durante sus carreras militares. Hasta el día de hoy podemos notar el agudo resentimiento que existe entre los mismos Generales que han sido sobrepasados por sus propios compañeros...
Otra cosa que debo comentar es que al finalizar el Curso de Comandos, los alumnos fuimos sometidos a una exagerada carga física y mental, no habiendo pasado por un tratamiento psicológico o psiquiátrico obligatorio cuando egresamos del mismo, a fin de evitar traumas, depresiones o problemas personales y familiares que muchos de sus alumnos tuvieron que pasar por las exigencias propias del curso.
Recuerdo, que al finalizar el Curso de Comandos, al oriente fui a parar y entre nuestros colegas de la unidad de selva, estaba mi Capitán Jorge Ernesto Andrade Granja de excelente currículum pues había realizado el Curso de “Comandos” en la República Federativa del Brasil. Todos le temían al gran Capitán y personalmente rogaba que no sea él, la persona que lidere la fase del ‘campo de prisioneros’ porque era demás jodido. Al final, llegamos a militar en el Batallón de Selva Nro. 55 “Putumayo”, allá por el año de 1985 y sin llegar a tener un contacto afectivo cercano, veía en él a una persona que amaba a su profesión en su máxima expresión. Me conversaba que venía como instructor de la Escuela Militar de “Parcayacu” y que de la manera más injusta “lo sacaron como a ‘perro'"–me decía- por haber sancionado a unos “delincuentes” que como cadetes se hacían pasar (se refería a unos cadetes que habían sido sorprendidos robando alguna cosa cuando hacían el Curso de armas de combate en Panamá). Su irreprochable conducta y comportamiento ético para sancionar con la baja a los afectados no fue suficiente y las autoridades militares le dieron el pase al oriente por no cambiar su decisión en el Consejo de Disciplina del que fuera parte.
Cuando conversábamos, sus ojos negros me fijaban como prediciendo sus trastornos emocionales que terminaron con su ejemplar vida militar…
─¡Había enloquecido..! ─
Un ligero helicóptero tipo LAMA, vino y un equipo de médicos se lo llevó amarrado con una camisa de fuerza. Poco tiempo después, su pistola de 9 mm Browning destapó su cerebro y con un hueco profundo su boina quedó. Había muerto uno de mis instructores de Fuerzas Especiales favoritos, uno de los recios militares que antes jamás vi, un soldado ejemplar a quien el General ‘paraca’ Juan Donoso Game, dedicara la siguiente canción que con tesón aún cantan los duros Comandos-Paracaidistas, recordando a su inmolado Capitán:
CAMARADA SUICIDA
Yo tenía un camarada
muy valiente y buen amigo
en el cuartel un gran soldado
caballero, muy amigo y leal.
La boina se ponía
ajustándose el cintillo
y tan fuerte lo ajustaba
haciéndole pronto perder la razón.
Cierta vez con su pistola
quiso romper el cintillo
disparándose en la frente
matando así pues su carrera y su ilusión
La boina me trajeron
como prueba de hermandad
hoy la guardo junto al pecho
como recuerdo de una buena amistad.
Pongámonos con gran cuidado
sin ajustar mucho el cintillo
pues boina que se ajusta
te hace pronto, muy pronto, perder la razón.
Compañero y buen amigo
cuando quiera estar contigo
me pondré la gran boina
y el cintillo fuerte me ajustaré.
https://www.youtube.com/watch?v=QOL6EctXSJU
En el año de 1985, fui dado el pase por primera vez a la Escuela Militar “Eloy Alfaro” y luego de un año ocho meses como Instructor de cadetes me dieron abruptamente el pase, otra vez al oriente, porque en el baile de gala que se celebraba en la Escuela por sus fiestas patronales en junio del 87 tuve que impedir el ingreso de un individuo que estaba completamente borracho… esa persona ‘civil’ a quien yo había increpado había sido hijo de un vetusto General cuyo nombre no quiero recordarles. Fue tanta la ira de aquel indignado oficial que ni siquiera la mediación de mis amigos ‘paracas’: General Marco Villa y Coronel Miguel Iturralde (Director y Subdirector de la ESMIL respectivamente), evitaron mi aventurado y apresurado viaje.
─“Lo lamento Moreno, pero evitamos al menos que le dieran nuevamente el pase al oriente que es lo que quiere mi General A.P.” ─Decía molesto Miguel Iturralde, el ahora legendario y admirado General─.
Fui a mi habitación, recogí mis prendas y al auto embarqué. Mientras salía de la ESMIL., identifiqué a mi Teniente 'Pepe' Daza quien en forma generosa hizo que sus cadetes a quien daba instrucción, me despidieran con un visible aplauso.
Ya en el austro, me presenté al entonces General de Brigada José Gallardo Román, Comandante de Brigada, quien se resistía a creer lo que le informaba. El Grupo de Artillería Nro. 7 "Cabo Minacho", fue mi destino final...
Jorge Andrade y Oswaldo Moreno, se encontraron con un mismo problema de abuso de facultades de los Generales de antaño que contradicen por cierto a aquellos de la generación ilustrada por quienes guardo mi respeto y alta estima.
Ventajosamente, estas MALAS experiencias fueron pocas en mi vida militar porque las BUENAS han sido numerosas por la gracias de Dios y las permanentes bendiciones recibidas por parte de mi padre.
Lo feo
Algo FEO que tuve que constatar es que hubo mucho egoísmo y celo profesional entre sus miembros. Pienso que eso afectó el grado de amistad y camaradería que tanto proclaman sus habituales cánticos e históricas tradiciones. Quieren ser solo ellos y solo ellos los que dominen el poder militar…
Mantengo en mi memoria los nombres de excelentes cadetes que formé. Muchos de ellos participaron en forma exitosa en el Conflicto del Cenepa y habiendo sido parte de la élite de las Fuerzas Especiales, no tuvieron el apoyo –del mando militar ‘paraca’-, cuando en desgracia cayeron o voluntariamente se fueron.
Tengo algunos amigos y compañeros que hicieron el Curso de “Pumas” y eso no gustó al mando ‘paraca’ porque sin duda alguna fueron bien entrenados por expertos ‘judíos’ y su boina verde con caída a la derecha enojaba mucho a estos viejos soldados. Se inventaron en FEA forma la ‘quema de la boina’ simulando la extinción de los bravos “Pumas” que sin llegar a los 10 años de fundados, fueron extintos por el egoísmo, la envidia y celos de muchos ‘paracas’ que jamás aceptaron que alguien llegue a superar su prestigio y fama, cosa que creo sí estaba pasando… con el dolor del alma.
De la misma manera, algo FEO que recuerdo de las Fuerzas Especiales, les llegó a suceder al Grupo de Operaciones Especiales, luego identificados como el Grupo Especial de Operaciones -GEO- cuyos fundadores fueron entrenados por las élites militares de España. No duraron mucho tiempo y también fueron ‘absorbidos’ por los viejos ‘paracas’. Fueron despojados de su elegante boina gris y les sometieron a sus dominios.
Nada que ver para que sigan siendo considerados como una fuerza élite contraterrorista al mando del Comando Conjunto. De las orejas les mandaron a ver y en contra de su voluntad la boina roja volvieron a tener. Debo decir con orgullo que tengo amigos fundadores de esta prestigiosa unidad y manifiesto que su formación profesional es exclusiva y el respeto entre ellos se mantiene incluso, hasta cuando están en servicio pasivo, algo muy digno de resaltar e imitar.
Finalmente
Déjenme decirles que ese mal que aqueja a esta especialidad de los ‘especiales’ de las Fuerzas Armadas latinoamericanas y mundiales, no nos es ajeno. Es que las Fuerzas Especiales en todo el mundo, son lo mejor, lo más exquisito, bello, y hasta apoteósico. El usar la boina roja, el ala en el pecho y el parche de Comando en nuestros uniformes, nos hacen únicos, diferentes y muy envidiados por nuestros mismos camaradas de armas que siendo militares: no quisieron; no pudieron; o, simplemente se eliminaron del Curso.
De ahí que los viejos ‘paracas’ tuvieron, tienen y tendrán la razón de defender sus tradiciones, sus costumbres castrenses, su fama y su prestigio bien ganado aunque les llamemos de rudos, egoístas y tercos… al fin y al cabo son ellos los que primero fueron a la guerra, son ellos –los paracas-, los que nos lideraron cuando de a malas estábamos y es por ellos, por quienes podemos sacar erguidos el pecho, marchar con la frente en alto y poder enfrentar los grandes desafíos con acierto, porque ellos -simplemente ellos- fueron los que lideraron con su ejemplo a la generación de la victoria…
Recuerdo con mucho aprecio, respeto y cariño a muchos oficiales y voluntarios de las Fuerzas Especiales que de ellos aprendí a cumplir las órdenes sin pedir demasiadas explicaciones y de ellos aprendí que luego de Dios, la patria es ante todo, después... cualquier cosa.
Invoco a los siguientes Generales que nos enseñaron a inmolarnos por la patria: Carlomagno Andrade (le conocí mejor en Honduras, cuando a su hijo Carlos visitaba y yo de Observador Militar en las Naciones Unidas, estaba); Miguel Iturralde cuando Subdirector de la Escuela Militar (buen amigo de mi padre); Patricio Nuñez y Gonzalo Bueno cuando fueron Directores de la Escuela de Fuerzas Especiales; Telmo Sandoval, Miguel Maldonado y Carlos Obando, todos ellos excelsos militares.
Mi aprecio y estima a los Coroneles: Alejandro Romo Escobar (Pionero del paracaidismo ecuatoriano y mi padrino de primera comunión); Gonzalo Barragán (entrañable y pundonoroso Comandante); Jaime Anda (respetado militar y gran gimnasta); José Pila (duro, duro, duro...); David Molina (gran amigo y un caballero); Byron Salas (mesurado pero valiente); y, al señor Mayor Marcelo "cuchillo" Ormaza a quien le conocí en el Colegio Militar. Un puñal adornaba su pecho y era 'brava' como instructor de los cadetes, cuando era Capitán. Llego a pensar que él fue el que motivó a los mandos 'paracas' para que, actualmente, a sus uniformes camuflados adorne un vistoso puñal con funda de color negro.
Agradezco a los Suboficiales: Edwin Santamaría (Mi padrino); José Nazareno ‘don Naza’ (extraordinario ser humano); Félix España (Campeón mundial de pentatlón militar e insigne orador); José Bone (nuestro inspector en el Colegio Militar y excelente pentatleta); Juan Once (experto tirador y recordado instructor); Marcelo Calderón (pesista de los buenos); Jorge Vilatuña (magnífico instructor de canes); Demetrio Arcos (mi brazo derecho en el BOES); especial atención a mi ‘body’, el entonces Cabo primero Antonio Velín, primera antigüedad de la promoción XXXII y un excepcional Comando… a todos ellos y a los que por mi edad, ya no recuerdo sus nombres, les hago llegar mi enorme gratitud por sus enseñanzas, compañía y su don de gentes.
Lo Bueno, lo malo y lo feo de esta narración biográfica quizás a muchos no les interese pero mi deseo es dejar un mensaje a las generaciones que vienen para que no se dejen doblegar ante las adversidades, que los sueños si se puede cumplir y que eso de que es difícil o no se puede... es propio de cobardes, ya que todo depende de uno mismo y lo que uno se atreve hacer, si se puede lograr. De ahí el lema de los 'paracas': “Siempre listos” porque “El que se atreve vence”.
Al poner en la balanza, lo BUENO supera de largo a lo MALO y lo poco de lo FEO quizás pase desapercibido porque los legionarios de la calavera y la boina, son para mí un verdadero ejemplo de altruismo e inspiración permanente y en forma pragmática -debo resaltar- que por estos hombres: la patria está bien amada, altiva y respetada.
LOS COMANDOS YA SE VAN...
https://www.youtube.com/watch?v=MS8PwCIYKVg
SI ME PREGUNTAS QUIÉN SOY...
https://www.youtube.com/watch?v=_o-ua8CPBUs
HOMENAJE PÓSTUMO A LA MEMORIA DE MI RECORDADO E IDOLATRADO PADRE, QUIÉN ME ENSEÑÓ EL CAMINO DE LA VERDAD, LA DISCIPLINA Y LA EXCELENCIA.
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