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“PIRATA” Y EL GENERAL. Un relato real en el que una mascota se ha ganado el cariño del General...




“PIRATA” es un perro familiar mediano, de raza Schnauzer: temperamental, celoso, ladrador como ninguno, compacto y erguido, propios de su origen. Sus orejas puntiagudas, como su larga barba y enorme lealtad, caracterizan a esta mascota que se ha ganado la confianza y el cariño de su amo…el afamado General.


El nonagenario militar, pide a su hijo Antonio que le dejen entrar al negro perro que por poco tiempo estuvo encerrado para no asustar al intruso y al visitante. Parece identificarme con su lanudo hocico y no me lanza su chillón ladrido, cosa que sorprende al General que por hoy necesita apoyarse de un andador simple ya que tiene dificultades al caminar.


"Pirata" no deja que se le acerquen al General

“PIRATA”, se recuesta sobre el accesorio que sirve de apoyo a su amo, se queda quieto y me mira sin pestañar un rato. Mientras tanto, lentamente me lo acerco y acaricio su cuadrada cabeza tal como lo hizo la respetada y siempre cariñosa Doña Aidita, la compañera de vida del recordado gobernante.

Mis ojos hacen un recorrido breve del lugar preferido del General: su estudio. Me llama mucho la atención 15 libros con vieja pasta que tapan la parte alta de una repisa que leo con dificultad pero con certeza se tratan de las Actas de entrega y recepción de su mandato cuando Presidente del Ecuador, allá por la década de los 70. Es que, nadie lo ha podido tachar de abusivo, de negligente en la administración de la cosa pública, peor aún de ladrón a pesar de las oscuras intenciones de los aferrados velasquistas que lo persiguieron sin tregua, queriendo desprestigiar al idealizador del gobierno nacionalista revolucionario.


“PIRATA” salta del caminador y me persigue como queriendo limitarme el libre acceso a tan vasta biblioteca que me diera el General, a quien siempre admiré por su elocuencia, gran oratoria, sencillez, humildad y por ser un excelso militar.

En la mesa central del estudio destacan: una figura de un “Granadero de Tarqui”, un voluminoso libro de cerca de 800 páginas, escritas por Milton Álava Ormaza y Gil Vela, coautores del ejemplar que intitulan: “Velasco Ibarra. Caudillo populista” y un exquisito libro de su biografía escrita por el Teniente Coronel Edison Macías Núñez, que logré hojearle tan rápido ya que era hora de la comida y el encuentro familiar, momentos íntimos al que muy amablemente me invitaron a compartir.


En su amplio escritorio, resalta un libro a medio terminar –dice que es segunda corrección- sobre sus quehaceres como gobernante. Le dirige su buen amigo, el historiador Enrique Ayala Mora, quien le visita con frecuencia para entregarle el cuestionario de sendas preguntas para que el General conteste y así lograr el objetivo literario de su nostálgico retiro.


“PIRATA”, no podía faltar y en una fotografía en su mejor pose, ocupa un lugar predilecto en el estudio del General. !Qué suerte! -digo yo- y sin llegar a entender, ésta amorosa mascota se ha llenado del inmenso amor que le profesa uno de militares más condecorados de la vida republicana.


Es hora de la comida familiar, “PIRATA” ocupa su puesto, el mismo que el General lo utiliza para descansar cuando su andador lo pide.

No ha ladrado –dicen-

Y eso es un gran logro, porque este perro no quiere saber nada de quien se lo acerque al veterano militar.

“Sólo le falta hablar” exclama el General, mientras acaricia con ternura las filudas orejas y su mezquina barba negra.


Así transcurre la hora del almuerzo: aguacate relleno con camarón y lechuga como entrada; aguardan a una sopa caliente de quinua y una chuleta de cerdo con arroz precocido; vino tinto de los viñedos chilenos relajan el paladar; un café con aroma colombiano y un buen coñac francés fueron deleitados con una amena conversación que trató de la familia, la estricta dieta y sobre todo de la veintena de pastillas que a diario tiene que deglutir forzosamente el anciano General.


No muy lejos de él, y en la cabecera de la mesa está su querida y adorada esposa doña Aida Judith León, quien habría sufrido una dolorosa caída hace un par de meses y ahora con lento caminar nos explica que tiene dos tornillos en la cadera y que su octogenaria edad le está pasando la factura, todo esto –lo dice- con una lenta sonrisa pero con buen humor.


Llega el relevo de Antonio, su hermana Nancy, quien jovial y atenta reemplaza los cuidados de su padre y será quien en adelante cumpla con diligencia las obligaciones que como hijos se debe guardar.

Antonio, nos toma un par de fotos y se apresta a viajar a Pujilí, a la hacienda de Tigua que tiene que administrar a pedido de su padre, pues debe cuidar del ganado y su agricultura. Me invita a que lo visite, nos damos un fuerte abrazo y le ofrezco verle más temprano que tarde para que me enseñe su vida y sus preocupaciones.


“PIRATA”, ahora me ladra porque me tengo que ir, nadie comprende la psicología de los animales, al parecer se dio cuenta que soy afín a sus compañeros y me pide en silencio que vuelva pronto ya que esa visita le ha hecho inmensamente feliz a su amo, el General, que muy honrado aceptó el nombramiento honorífico que le hiciera el Directorio del grupo de exasesores y egresados del Colegio Interamericano de Defensa, cuando reconocieron en él a un excelente militar que potenció las Fuerzas Armadas ecuatorianas y Policía Nacional durante los casi cuatro años de su gobierno militar. (1972-1976)


El laureado militar, a quien agradezco su generosidad de dejarme entrar al corazón de su hogar, es el expresidente del Ecuador, el Ingeniero Don GUILLERMO RODRÍGUEZ LARA… MI GENERAL, de cuyo gobierno me referiré en otra ocasión...


Cumbayá a, 8 de marzo de 2018


15h57

 
 
 

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© 2018  Publicaciones escritas por: Oswaldo Moreno

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