TRAFALGAR. Un trágico final para un audaz Almirante...
- General Oswaldo Moreno
- 16 oct 2017
- 4 Min. de lectura
TRAFALGAR, es una breve remembranza de un hecho histórico que aconteció en las inmediaciones del Puerto de Cádiz-España, un día lunes 21 de octubre de 1805, cuando se desarrolló el combate más famoso de la historia naval: La Batalla de Trafalgar.
No es de mi interés realizar un análisis político, estratégico, económico, naval, atmosférico, tecnológico, social y hasta humano de lo acontecido, que de eso ya se han preocupado los más conspicuos marinos en las academias navales de todo el mundo. Simplemente, deseo contar a mis lectores, esas sensaciones que muy difícilmente se pueden transmitir cuando se contempla -in situ- al tranquilo mar, la suave brisa del viento y las moderadas corrientes que fueron protagonistas de un sangriento combate producto de la intolerancia, las ambiciones, las envidias, los rencores y la incompetencia de la flota aliada (francesas y españolas) que sucumbieron ante la genial conducción estratégica y táctica de uno de los grandes héroes ingleses: el Almirante Horacio Nelson.

… Hace un par de días, zarpamos de Cartagena (Murcia) y navegamos hacia una pequeña península en el mediterráneo: Gibraltar (Territorio británico de ultramar) con rumbo hacia Lisboa. A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, esa ruta había sido muy asediada por comerciantes, piratas y especialmente militares (marinos) quienes cruzaron centenares de veces por este estratégico estrecho, cuyo peñón (Gibraltar) es testigo portentoso del dominio -per se- reclamado por romanos, germanos, visigodos, bizantinos, musulmanes, castellanos, angloholandeses, hasta que finalmente el Reino Unido lo estableció como su colonia. Dejamos este emblemático lugar con penumbra y lluvia para adentrarnos al mar de Trafalgar, ubicado a unas cuantas millas al sur de Cádiz. Desde el mes de octubre parece ser que el mar, el viento y las corrientes se confabulan para enmarañarse y confundirse entre sí evitando el paso de cualquier cosa que interfiera su natural enredo. Son horas de la madrugada y este gran barco parece estremecerse de dolor ya que su estructura pesada es golpeada insistentemente por un agitado mar que nos bambolea y preocupa. Ya por la mañana, … todo está tranquilo, se puede apreciar la blanca y espumosa estela que va dejando el barco en su recorrido y en el cielo se puede contemplar los surcos en paralelo que abren las aeronaves como que están viajando hacia el infinito…
Hace 212 años, más de 4.500 bravos marinos murieron en el fragor de la batalla: unos abatidos por el fuego enemigo; otros ahogados, desangrados o simplemente mutilados. No importa su nacionalidad peor aún su estatus jerárquico ya que todos…todos ellos fueron héroes de sus propias pasiones.
"Al margen de una batalla perdida, no hay nada más deprimente que una batalla ganada", lo dijo el duque de Wellington, luego de ver miles de soldados muertos en los campos de Waterloo, siendo el victimario de los sueños napoleónicos.
Con tiempo y más calma admiro meticulosamente los óleos, acuarelas, dibujos y apuntes que se han publicado sobre el tema. Veo videos y entiendo mejor lo acontecido. Lo único cierto es que la necedad, tozudez y las ambiciones desmedidas de un solo hombre (Napoléon), terminó con la vida de miles y miles de militares y marinos que nunca entendieron el por qué ni el por quién entregaban sus vidas… son los soldados desconocidos de la desgraciada vida que les tocó vivir. Muchos de ellos fueron niños de entre 8 a 11 años, quienes reclutados a la fuerza, cargaban la pólvora a los puestos de tiro de los navíos… se les tragó el mar, fueron devorados por los remolinos y nunca más se supo ni se sabrá de ellos, en los listados e informes de guerra sólo aparecen como pajes…

“Gracias a Dios he cumplido con mi deber” fue lo que dijo el Vicealmirante Nelson cuando fallecía producto de un disparo que le traspasó el hombro que le llegó a la médula. Por valiente, intrépido, bizarro, audaz y extremadamente carismático con sus subordinados, se lo recordará a Nelson, el Almirante, ninguno como él en los mares…
Fulgurantes fueron las estampidas del cañón que fueron hundiendo, encallando, incendiando y destruyendo los navíos enfrentados. Escenas de dolor y angustia extremas fueron descritas por los sobrevivientes de esta encarnizada batalla.

Las bodegas fueron apiladas de cadáveres decapitados, mutilados y destrozados por completo, algunos desaparecieron para siempre sin que exista vestigios de su existencia…es que las explosiones voraces de los navíos llevaban a pique a sus tripulantes al fondo del mar, sin que tengan la misma suerte de los socorridos… con gran pena se esfumaban ante la vista perpleja de los sobrevivientes…
Los muertos de Trafalgar y Waterloo jamás perdonarán a sus líderes que enarbolaron sin razón la máxima maquiavélica de que “el fin justifica los medios”.
¡TRAFALGAR…UN LUGAR QUE DEBEMOS RECORDAR!
Me agobio y como ahogándome con mi mismo aire, despierto de esta pesadilla al pitido largo de la sirena del crucero que anuncia la llegada a un nuevo puerto. Diviso al río Tajo, a una ciudad iluminada que aun duerme, un Cristo Rey que con los brazos abiertos nos da la bienvenida… habíamos llegado a la ciudad de Lisboa. (Mi próximo relato).

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