UN PASAJE SIN RETORNO... Un viaje placentero como justo homenaje a los años ya vividos...

Es la madrugada y hace pocas horas acabo de perder el bus de retorno a casa...

Veo a mi entorno y siento que me he quedado casi sólo. Digo casi, porque Dios siempre ha estado ahí y mis pocos o muchos amigos me han dado el apoyo para seguir caminando por la rápida autopista de la vida cuando la marcha se ha querido detener.

Mi viaje es, por ahora, algo diferente:

Ya no lleno las maletas de ilusiones materiales compradas en los grandes "moles"; me es indiferente los grandes descuentos que los gringos ofrecen a su masa consumidora; ahora puedo comprar más ilusiones y sueños que no se pueden cargar en el justo equipaje de retorno porque ahora la vida me suena, me huele, la siento y la veo diferente...

Aparecen los bellos paisajes naturales y mi compañera de viaje (Paty) se deleita por el interés que pongo al verla feliz. Mis amigos me han ofrecido su mano y he compartido con ellos parte del tramo de la vida que está por terminar.

Exhausto y algo cansado vuelvo al descanso pasivo y trato de comunicarme con aquellos compañeros que dejaron la Patria grande para emprender el reto de empezar de nuevo en el país de las oportunidades. Nos hemos reído como antes y las bromas no dejaron de parar al recordar las anécdotas que nos ayudaron a crecer.

Mi viaje es diferente, por ahora, porque no deseo conocer los rascacielos que el aluminio y vidrio los embellecer en su ruta hacia el infinito, no deseo enfundarme en los toboganes y ruedas altas que me invitan el vértigo y la altura, no deseo ese tiempo para mí porque he querido dedicarlo a mis amigos: contemplando las cosas simples que en su momento pasaron como desapercibidas e indiferentes; conversando con sus familias y compartiendo el calor de hogar que me han brindado con mucho desprendimiento y afecto; también jugando y buscando en la bohemia el porqué de nuestros largos desencuentros. Ahora encontré la paz y el sosiego que tanto necesitaba...

Salí con la mascota "Chiquis" acompañando sus paseos diarios; pasé como ayudante en un día de trabajo de mi mejor amigo; conversé de cerca con algunos de los hijos de mis anfitriones y los abracé como que fueran míos; remé río arriba, en el Potomac, como queriendo desafiar la contracorriente pero ya no es lo mismo... la fuerza y el ímpetu fueron insuficientes para culminar lo pactado; me reencontré con la fantasía que nos ofrece el primer mundo y caminé en solitario por esas grandes avenidas que para mí ya no son las mismas...